9.30.2008

El amor es una droga dura...


...o una enfermedad incurable. Es cierto: algunos de los "síntomas" del amor se parecen sospechosamente a trastornos obsesivos (me llamará, no me llamará, me quedo en casa, dónde estrá, qué le regalo, me quiere mucho, poquito, nada...). Claro que es muchísimo más saludable estar enamorado, amigos que sufrir cualquier atisbo de enfermedad, aunque convengamos en que uno hace unas cuentas cosas absurdas cuando está en ese estado de gracia (o de desgracia); podemos darnos cuenta de nuestas ideas fijas, pero aun así es imposible sacárnolas de la cabeza. Hace unos años, un grupo de investigadores de la Universidad de Pisa puso avisos buscando estudiantes que se hubieran enamorado hacía menos de seis meses y que estuvieran obsesionados con el objeto (o, más bien, sujeto) de sus pensamientos. Lo interesante es que los voluntarios que aparecieron tenían niveles muy bajos de serotonina, lo mismo que ocurre en los transtornos obsersivo-compulsivo. Claro que esto ocurre solo en las etapas iniciales del amor: con el tiempo (y con el sexo), los niveles de serotina vuelven a los valores normales. (El alcohol, de paso, hace disminuir los valores cerebrales de serotina, por lo que hay que tener cuidado de nuestro comportamiento frente a quien esta de la otra punta de la barra...podemos arrepentirnos más tarde.)
Por otro lado, el deseo relacionado con el amor o con el sexo parece tener mucho que ver con otros deseos, incluyendo los vinculados a la drogas. Todo deseo enciende en el cerebro caminos de recompensa, relacionados con el neurotransmisor dopamina. Así el amor y la lujuria podrían ser considerados adicciones, evidencias de un sistema que evolucionó para ayudarnos a encontrar situaciones placenteras. En definitiva, algo parecido a los que impide que los adictos dejen las drogas fácilmente. Pero el amor...es más fuerte.


Sexo, Drogas y Biología, Diego Golombek.

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