Papá tenía un auto con caja semi-automatica. Para una piba de 18 que
quería arrancar a manejar a toda costa, eso era una gran facilidad. Unos
años después, el Corsa se fue y la caja manual volvió. En
realidad, como había aprendido a manejar así, no tuve mucho problema... mientras estuviera en llano.

La primera ruta donde el viejo me cedió el volante fue una mendocina, la que sube hasta Uspallata más precisamente. Llena de túneles y curvas, ahí fui. Algunos podrán pensar que estaba loco, yo elijo llamarlo confianza. Ese mismo verano, el camino (y un recital de La Vela puerca, confesemos) nos llevó a Bariloche. Decidí que hasta el centro, por la Bustillo, manejaba yo. Unos kilómetros más adelante, en una combinación subida-curva-

En este tiempo desde que su cuerpo simplemente no dio más y se frenó, siento eso que sentí aquella vez: la vida se me pasó a caja manual y el camino es pura subida; con semáforos rojos cada cincuenta metros que requieren de un constante volver a arrancar. Pero en días donde el sol da en la cara siento que ahí está dándome la llave del auto, con esa mirada inconfundible que decía que no sea boluda y maneje. Que no me rinda. Que el miedo no vale nada. Que confíe. Que yo sé. Aunque de pánico irse para atras, arrancar cuesta arriba también se puede.
1 comentario:
Me hiciste llorar.
Lo bueno es que cualquier cosa, somos muchos para empujar...
Te quiero!!!!!!!!
Fla
Publicar un comentario