6.16.2011

Y que sea...

Entre fotocopias, apuntes y algún que otro proyecto laboral en su escritorio, ella, volvía a sentir que ninguna de esas tareas a completar en un casi inexistente tiempo podrían sobrellevar un paso de su mente a otra dimensión. Nada, ni siquiera el stress de cumplir con esa cantidad de compromisos, era suficientemente fuerte para sacarlo de su cabeza.
Él, profesional reconocido en su área y caballero como pocos hombres quedaban ya, le había dado vuelta su mundo en tan sólo unas cinco semanas. No entendía muy bien como, pero sus concepciones anti-hombres se habían caído así como las hojas en los primeros días de cada abril; ese muchacho había logrado que vuelva a creer en el amor otra vez. Ana María solamente había vivido malas experiencias, tenía algo así como un imán a la gente con problemas y, habiendo pasado por psicópatas, drogadictos, piratas, enamorados empedernidos... había decidido tirar la toalla y colgarse un cartel de "Fuera de servicio" lo más grande posible en la frente; no quería saber nada de nada con cupido por un buen tiempo. Demasiados problemas, demasiada preocupación, demasiados destiempos, demasiado dolor.
Pero, como podemos imaginar, el día que una decide dar un paso al costado por un tiempo, aparece ese tipo que nos agarra de los pies y nos saca hasta la última moneda de los bolsillos, nos vacía íntegras y se lleva todo lo que podía quedar... pero que, poco a poco, sentimos nos vuelve a rearmar. Y así fue como le pasó, iba caminando muy compenetrada en sus auriculares cuando se chocó a Martín. Ella lo conocía, vivía a no muchas cuadras de su casa y generalmente se lo cruzaba yendo al subte los Lunes pero ese primer Lunes del mes algún horario en su vida había cambiado haciendo que en vez de ir, como ella, hacia el subte; estuviese volviendo. En fin, la cuestión es que dobló la esquina a una velocidad que hizo que Ana termine tirada en el suelo mirándolo con la mayor cara de desprecio que puedan imaginarse. "Este mogólico que no mira por donde va y me tira al carajo, la puta madre. No se puede caminar más tranquilo por la calle, hay tanta pero tanta gente que no tenés tiempo ni de reaccionar y correrte a un costado para esquivar una baldosa rota que el puto gobierno no arregla que ya viene un boludo y te lleva puesta. Encima, me lo cruzo todas las semanas. Le voy a seguir viendo la cara. Y ese saco horrible que tiene puesto. Y esa mirada perdida, y ese pelo... y esa sonrisa." Y ahí fue cuando sus pensamientos se congelaron y empezaron a oír lo que él decía pero sin poder dejar de observar la perfección de su expresión. Después de aceptar sus disculpas, y su mail, siguió su camino a la facultad. Un par de días después, fueron a tomar algo y Martin, con tan sólo contarle alguno de sus proyectos de vida, consiguió que sus ojos no lo dejaran de admirar. Y así cayó, una vez más con "chamuyos elegantes", cayó.
Después de ese comienzo, todo fue aún mejor. Él supo darle todo eso que los demás no habían sabido brindarle, le daba cariño y ternura pero sin ahogarla como ese tal "Nico" que la había perseguido por meses para que aceptara un anillo de compromiso que ella no podía ni ver. Todo iba a la perfección, excepto por la conciencia de Ana. No podía ser que no pudiese entrar en su cabeza que, por una vez, quizás de verdad todo estaba en orden... ya tenía que empezar a darse vueltas y encontrar la falla; encima una serie de nuevos sucesos incrementaban sus dudas. "Seguro que en realidad es todo un flash y no me quiere tanto como me dice. Pero, por qué me mentiría tan descaradamente si fuese asi? No, no, me quiere, no siempre tienen que irse al carajo las cosas. Aunque, quizás, lo haga para mantenerme acá mientras él decide que quiere hacer. Capaz que volvió ella, y le mueve el piso y nunca la olvidó y cree que conmigo puede superarlo y se da cuenta que su mundo no soy yo. Pero no... no tiene sentido, si siempre fuimos sinceros no tendría porque cambiar ahora. Soy yo, y mi maldita inseguridad que no me deja sonreír en paz, que me quema la cabeza hasta deshidratarme de lágrimas por algo que ni siquiera confirmé. Y para que me enamoré... al final, de fiesta estaba tan bien, sin preocuparme por nadie, ni teniéndo terror a no poder ser lo suficientemente imperfectamente perfecta para que él se quede conmigo el tiempo que me queda de vida. Un mes, pasó un mes, como carajo siento todo esto en un mes? Está bien, lo conocía de antes y todo su entorno de vida si bien no habíamos cruzado palabras, sabía que salía con Juana y que su relación era increíblemente de película, que era el mejor novio que se podia soñar pero no eran razones para que en menos de noventa días esté así como estoy. Y sí, me enganché. Y yo que no encontraba razón alguna para olvidarme de la soltería, para dejar atrás las noches donde la seña del anillo en el dedo no estaba en mi historial de "idioma mudo" para el boliche... Y ahora, ¿qué hago? No puedo decirle todo lo que mueve en mí, quedo regalada aunque él demuestra ya casi amarme. Odio el amor, odio esta complicación, odio la "etapa histérica de la relación" y mucho más odio el miedo a sufrir. Ahora me acuerdo porque había decidido que cupido se aleje de mí y dejarle echada a la noche mi suerte...". Y así era como cada minuto del día ella solía ordenar sus pensamientos, una y otra vez. Del trabajo a la facultad, de la facultad al subte, del subte a su casa, de la ducha a la cama, de la cama devuelta a trabajar... y ni en sueños dejaba de temblar. Y no había caso, nada podía sacarle esa sensación pero no tenía motivos para parar, más aún sabiendo que no era eso lo que quería. Entonces, no quedaba otra que darle pase libre a la ilusión y que sea...
lo que él quiera.


Agus Terrizzano

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