10.10.2011

Simplemente complicado.

Cada tanto me siento en frente del ventanal del cuarto de mamá y papá, sola, mirando a la nada y disfruto del silencio con que los rayos del sol avanzan sobre mi cara. Siempre me pasa lo mismo, termino por sorprenderme con la sencillez con la que llega ese instante de magnífica paz interior. Todos mis hilados de pensamientos concluyen en un gran "¿por qué será que me complico tanto la vida, si con veinte minutos de esto... encuentro casi todo lo que necesito?" Al final, vivimos acelerados, nos atormentamos con cosas que creemos que no tienen solución y todo es mucho más fácil de lo que creemos. Inmensa terquedad la del ser humano que no puede ver la plenitud en lo simple y se enrreda en encontrar todo un conjunto de cosas en perfecto equilibrio, cuando jamás podrán quedarse ahí más de medio segundo sin caerse. Vivímos quejándonos de que todo siempre se derrumba de un simple soplido, quizás tengamos que aceptar que no todo puede estar perfectamente ubicado; que la solución es ser feliz con lo que quede firmemente a nuestro lado y darle menos importancia a esas cuestiones efímeras que al primer viento cambiado, se van.
Y, en medio de nuestra complicación, los pájaros en su ritual de cada mañana cantan, el viento pasa y te despeina, el sol seca la lluvia, la gente se moja con baldosas flojas y pone caras meritorias de una risa... pero nadie lo ve, ninguno de nosotros para su desaforado ritmo de vida para detenerse a admirar cada una de esas pequeñas cosas que pueden llenarnos el alma mucho más que ese equilibrio desiquilibrado que pretendemos alcanzar.


Agus Terrizzano

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