4.20.2012

No sé como llamarlo.

No hacía falta cerrar los ojos para verlo ahí; ese nosabíacomollamarlo estaba logrando que pierda por completo la cordura. Ya nada tenía sentido en su vida si no pasaba por él. No entendía como había sucedido, pero - sin siquiera percatarse de ello - sus vidas se habían entrelazado como nunca antes; parecía no haber vuelta atrás.
Sin embargo, se volvían a chocar contra una pared. Había un límite que no lograban cruzar. El miedo parecía paralizar sus almas a la hora de enfrentar este nosabíancomollamarlo. Muy pocas horas separaban su presente del momento en que todo empezó. Escasas vueltas de reloj, pero un remolino inexplicablemente enorme de sentimientos. Revoltoso y juguetón, los excedía por completo.
Por momentos se querían y nada más parecía existir. Soñaban con que eso bastara para que todo estuviese bien y se llenaban de confianza y revolución; nada importaba más que su corazón. Se imaginaban un mundo sencillo y se volvían a convencer de algo que quizás no era tan así. En cambio, a veces, se odiaban y todo lo que anhelaban era olvidar. Sacar de sus cabezas cada respiración compartida; cada sonrisa que se habían sabido regalar. Olvidarlo todo. Borrarlo así como así. Hacían fuerza, se ponían metas, se intentaban alejar, pero quién sabe que cuestión entre sus almas los terminaba por volver a abrazar. No había remedio, estaban perdidos.
Giraban juntos o por separado, pero de todos modos se volvían a encontrar ahí: mirando el abismo que los invitaba a saltar y nunca más volver. Prometía felicidad, pero ¿y todo eso que había que dejar atrás? No se habían topado con la respuesta aún, mas tenían la certeza de que ambos encontraban en ese nosabiancomollamarlo la paz. Un refugio infinito que no querían perder.



Agus Terrizzano.
Abril 2012

No hay comentarios: