No son pocas las copas dejadas atrás y ella, en cambio, se vuelve cada vez más real. Puede ver sus labios moviéndose y reclamándole que la vaya a buscar. Desesperado intenta escribir "te extraño" en su celular, pero alguna factura impaga lo frena; más detalles del caos que rodea su soledad.
Siente su perfume, puede tocar su piel. El recuerdo está intacto y no lo quiere olvidar. Se enoja cuando se le pasa por alto algún detalle. No soporta no saber cómo se conforma cada centímetro de su cuerpo, no ubicar cada lunar de su espalda como en la perfección de un mapa. Pero el tiempo pasa y la memoria empieza a dejar que desear...
En algún efímero minuto de razón, cree propicio comenzar a borrar esa mirada de su mente, pero instantáneamente algo le oprime el pecho: no recuerda si ella prefería el té o el café. Se inquieta en ese limbo entre olvidar y recordar, ese fuerte trabajo por dejar ir algo que parece estar más que clavado en su corazón. Pegado a él. Conformándolo. No puede. Tiene miedo de olvidar, de dejarla ir, de perder la razón. Al fin y al cabo, es ese par de ojos el que cada tanto lo vuelve a ver sonreír. Es aquella nítida imagen, que refleja en el vaso, lo único que le queda de ella. Su perfume empieza a mezclarse con el fuerte aroma del whisky y otra copa se va. Otro sorbo que la recuerda, que la olvida, que la quiere sin querer.
Agus Terrizzano
Junio 2012
"Mentira amarga: el vino no ayuda.
Me tomé un río y seguís acá."
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