Tenía claro que había sólo un camino y, en algunos casos, estaba muy lejano. Sus brazos eran la solución y no había mucha más vuelta que darle. Ahí es donde ella encontraba su paz. No entendía cómo era que funcionaba el sistema, pero sentir aquel calor y su fuerza presionándola contra su pecho le calmaba cualquier dolor. Sentía que todo estaba bien y podía estar aún mejor.
El problema radicaba en la distancia, esa maldita distancia que reinaba en la mayoría de sus horas. Y aún más, el inconveniente radicaba en esa cada vez más constante necesidad que había construido. Su vida andaba un poco patas para arriba últimamente y su único refugio se encontraba apoyando la cabeza en su hombro, por lo que siempre llegaba ese momento del día donde todo lo que quería era tenerlo cerca para poder abrazarlo.
Odiaba que fuese así. Odiaba encerrarlo entre la espada y la pared, pero a la vez era lo que más quería. Odiaba el nudo en la garganta. Odiaba el revoltijo en el estómago. Odiaba el rompo que jamás caía. Odiaba saber que todavía podía ser mucho más feliz. Odiaba comprender que la dificultad de la situación, en gran parte, era efecto de su mala decisión. Odiaba quererlo tanto. Odiaba odiar.
Agus Terrizzano
Mayo 2012
"Por tu energía pasaron mis sueños y,
por tu espalda, mi amor."
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