9.09.2012

Todo o nada

Cerró los ojos, pero no consiguió dormir. Se desesperó sin más, otra noche de ojos vidriosos y razonamiento de nunca acabar. Insomnio de determinaciones, de toparse con una decisión final. Dar luz a aquellas aserciones que terminaban por fallar cuando el sol volvía a salir. Certezas y promesas que se derrumbaban frente a su esencia, esa que terminaba por dejarla helada. Que la tenía loca. Que le volvía a entumecer la piel, la hacía temblar, y perderse por ahí. Otra luna que la veía sin poder dormir, otra guerra de un "basta" que contagiaba un "aprovechá lo que viene" y parecía hacerle explotar las neuronas. Una por una sin ningún tipo de compasión. Un "dejate de joder" que volvía a saltarle fuerte contra el cráneo y rebotaba hasta que la mañana volvía a asomar. Una sarta de promesas que nunca llegaba a cumplir. Su voz y volvía a caer.

De repente, se encuentra despertando en paz. Recuerda aquellas noches de batallar contra la almohada que pensó jamás iban a acabar. Repasa ese crucial momento donde se armó de valor y puso su alma sobre la mesa. La descompuso poco a poco; dejó a la vista todo lo que en ella había. Se desarmó hasta el punto indistinguible de la razón. Tiró el cerebro por la borda y ya no supo que podía venir, ni que quería, ni que debería. Decidió ir donde el corazón. Se plantó firme, y quedó completamente inmune. Frágil a lo que vida quisiese hacer con ella, con su alma que la abandonaba y su falta de razón.

Prende la luz, y con el primer café de la mañana escucha ese cd que nunca le niega una sonrisa. Aquel destino del que le habían hablado tardaba en llegar, y su alma seguía ahí: tirada sobre la mesa, transparente y frágil. El miedo cada tanto la volvía a abrumar y salía en busca de algún abrazo que la pudiese reconstruir.
Mientras se vestía para emprender la rutina una vez más, pensaba en ese día en que se habían vuelvo a cruzar: el aire pesaba y las moléculas estaban todas cambiadas de lugar. Las piezas de aquel rompecabezas parecían no encontrar la forma de volver a encajar.

Lo intentaban y no podían, sus miradas no se atrevían a cruzar. Sus ojos chocaban como si quisiesen decir nada, pero muchísimo a la vez; o al menos ella lo veía así. Pero ya no creía poder descifrar lo que a él se le cruzaba por la cabeza, había perdido esa capacidad. Sentía volver a ser una simple mitad. Sin embargo, esto no le molestaba tanto como el hecho de saber que, al parecer, era todo o nada. Tenía ganas de callar al mundo, verse dentro de una burbuja. Se preguntaba qué pasaría si lo que el resto pudiese llegar a decir, dejase de importar. Actuar por actuar. Hablar por hablar. Reír por reír. Compartir por compartir. El arte por el arte. Moverse por no perder eso que alguna vez le tocó tener, lo que los unió, lo que juró no iba a dejar ir. Complicidad. Eso era lo que más le hacía eco en el corazón.

Agus Terrizzano
Septiembre 2012


Escribir para decir lo que siento, 
para alejarme y que por un rato
 los problemas sean del papel. 
Cuentos ajenos. Cosa de cuentos.

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