Después agregué la complicidad, la confianza y los secretos para que la cosa vaya tomando forma. Un par de ladrillos más y llegué a esos momentos que sólo fueron nuestros, y que casi casi tocaron el cielo.
Miré desde afuera y ahí estaba: una pared entre vos y yo. Arriba de todo, mis últimos intentos. Abajo, los cimientos. De un lado, tus brazos. Del otro, supe que ese muro no iba a caerse como el de Berlín. Ni siquiera el descontento desde ambas partes podría derribarlo. No, no sé bien cómo tal cantidad de alegría llevó a eso, pero estaba ahí y su realidad era innegable. Enorme, firme, tangible.
Me alejé. Primero uno, dos, tres pasos...
... sigo andando.
Agus Terrizzano
Julio 2013
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