Dio los últimos pasos desde la esquina hasta el umbral de su puerta, los miró y escuchó. Con su boca, pero sobre todo con esos enormes ojos marrones le contaba no sé qué problema que tenía. Ella, como abocada a reunir toda la información perdida en aquellos años de distancia una vez terminada la infancia, escuchaba atenta y anotaba en un papel. ¿Qué era todo eso? ¿Por qué le contaba sus problemas a aquella mujer que hacía años no veían? La mirada de esa muchacha que ya no reconocía como "conocida" se detuvo en ella, e inmediatamente supo que su turno era el próximo.
¿Qué le iba a decir? No quería contarle nada de su vida. No tenía nada para contarle. O sí, pero no con él ahí... Su mente hizo un rápido recuento de su último tiempo buscando algo relevante que pudiese inventar, maximizar, crear para parecer feliz y superada. Pensó en varias caras conocidas, pero tan lejanas a la vez. Luego en aquel chico con el que había salido un par de veces, pero no, nadie como él. La conversación entre esos dos conocidos - extraños - iba llegando a su fin, y su turno se acercaba. Ella no sabía que iba a contestar. Las lágrimas comenzaron a brotar desde sus ojos y no supo más que hacer.
La alarma, y se despertó. Lejos estaba de aquel momento tormentoso de tener que hablar con alguien que no apreciaba en lo más mínimo sobre quien más quería en el mundo. Alarma y fin. Alarma y todo terminó. TERMINÓ.
Agus Terrizzano
Octubre 2013
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