7.10.2014

Constitución

Santiago del Estero y Carlos Calvo; pleno barrio de Constitución. Llego una vez más a la facultad de sociales, pero no sin antes haber hecho zig zag esquivando algún borracho. Ya hace dos años que camino esa cuadra que me separa del colectivo, pero nunca dejo de sorprenderme. Sin embargo, hoy es distinto: es la primera vez que curso de noche y no sé bien qué esperar. De mañana las caras se reparten entre monjas y pobres pibes que suplican por ayuda. Y nosotros. Un malón con mochila que desfila de la puerta de Fsoc al bondi sin dar mucha vuelta en esa zona catalogada por varios de "picante".

Pero cuando oscurece todo parece un poco más siniestro. Hoy no sólo me encuentro con la luna del barrio de Constitución, sino que además me toca desviarme de esa ruta estudiantil casi predeterminada. Me alejo un par de cuadras de la facultad y mis sentidos parecen agudizarse frente a lo desconocido. Atestiguo transacciones raras, pero me convenzo de que en un noventa porciento es producto de mi paranoia y prejuicio. O quizás todo lo sea.

Un poco más allá, me topo con una imagen terrible: dos hombres tirados adentro de bolsas de basura. Me asalta la preocupación y no paro de mirarlos - siempre unos metros más acá, claro- pensando si estarán vivos. Me duelen las manos y las meto en los bolsillos. Uno de esos cuerpos casi inertes se estremece y se coloca en posición fetal. "El invierno también llegó a Constitución", pienso y esa imagen congelada frente a mis ojos cobra sentido.

Quizá sea hora de abrir mi percepción un poco - bastante - más allá, hacia aquel universo que no desaparece cuando corro y me subo al colectivo de mi salvación. Mi mundo ahora lo ve; comparto ese mismo aire helado que los llevó a ahogarse allí adentro. Las bajas temperaturas para algunos significan dolor en serio, no como el de mis manos.

Agus Terrizzano
Mayo de 2014

No hay comentarios: