10.17.2013

(Re) (Des) encuentros



Hacía un año que lo había (re) encontrado en una de esas noches porteñas donde uno no sabe bien qué salió a buscar. En realidad se conocían desde antes, pero fue en esa oportunidad que él le pidió su número y comenzaron a rodar. Pasaron días, noches y meses de conversaciones hasta que por fin conciliaron compartir algún que otro fernet. Risas fueron y vinieron, y con ellas se cayeron algunas ideas equivocadas que ella solía tener. Volvió a su casa contenta de volver a respirar. Cargaba en hombros con una de esas (no) relaciones que duelen hasta la piel, y hacía mucho esperaba poder resucitar. Esa noche lo sintió así, como el ave fénix, regresó. No sabía muy bien a dónde iba, ni qué podía pasar, pero al menos sus ojos habían logrado volver a mirar. El siguiente encuentro se hizo esperar, pero el par de horas que compartieron volvió a ratificar esas ganas de aunque sea probar qué había más allá.

Las horas siguieron corriendo, y así sus días. Ninguno de los dos se preocupaba demasiado por el otro, o al menos ella lo sentía así. No entendía si para bien, o para mal, pero su vida seguía. La cosa se complicaba cuando ese fresco de primavera le traía una nostalgia irremediable. Como buena soñadora (ilusa) que era, creía que no quedaba más que seguir adelante: probar. Quizá estuviese allí su suerte. Quería poner todas sus fichas y jugar. Sin embargo, hacía algún tiempo (ya no sabe bien cuándo fue) que había comenzado a creer en eso del destino, en la casualidad sobre la causalidad. Con las flores y los días de sol llegaba el aniversario de esa noche de (re) encuentro, y creía en la posibilidad de que la vida la volviese a sorprender. Por eso, decidió no mover ningún hilo y dejar a las fuerzas de quién sabe qué (ella creía, en algo, en alguien, en nada) lo pusieran en su camino otra vez.

Esa noche, un año después, salió a esa Buenos Aires nocturna que pierde amores y encuentra recuerdos. Bailó desaforada, y con ya una cantidad considerable de champagne en sangre escribió lo que no tenía que escribir. Encontró que él se hallaba en aquella selva también, pero no en el mismo lugar. El destino le había fallado, pero ella prefería ver una lección. Él estaba allí donde ella casi (por un poquito así) va, pero no fue. “Por algo será”, prefirió pensar. Será mejor  atender a los guiños de la vida, porque hay cosas que jamás funcionan si las forzás…
Agus Terrizzano
Octubre 2013

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