6.14.2014

Mi(m)arte

Sus manos no podían tocarlo, pero con sus dedos hacía llover palabras: una oración, una coma y ningún punto final. También signos de pregunta, y varios más de admiración.

Descubrió que mezclando sílabas lo podía mimar. Más no podía hacer. Sus brazos estaban lejos, y de mucho no le servía correr. Pero el poder de la cháchara tenía gran potencia a la hora de acercarse un poco más. Acercarse y susurrarle al oído que tenía miedo (y que deseaba más que nada despojarse de él).

Ella imaginaba ese día en que se despertara y el pie derecho fuese el primero en pisar tierra firme. Anhelaba la primavera, las risas y un mundo al revés. Y, después de mucho tiempo, ya no sentía que eso estuviese lejano. Los mimos de comas, dos puntos y signos de admiración la alejaban del invierno. Y entre tantas sonrisas, no había ningún punto final

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